La esperanza que el río dejó
Imaginar futuros habitables desde el territorio, el arraigo y la emergencia para sostener la vida y su equilibrio. A propósito del desastre ocurrido en Mérida
Hola, somos Pat & Vif, par de mujeres enamoradas del diseño y la arquitectura. Encontramos en nuestras profesiones una forma de (re)pensar, cuidar y favorecer la vida. Convencidas de eso entregamos Dosis de Diseño.
El 24 de junio de este año -2025-, la lluvia no dio tregua en los Andes venezolanos. Los ríos Chama, Santo Domingo y Motatán, embravecidos arrasaron con la rutina, los paisajes de la cuenca, con viviendas, cultivos, caminos y puentes.
En Mérida, nuestro terruño:
Más de 8 400 familias resultaron damnificadas.
Alrededor de 370 viviendas dañadas y 107 con pérdida total.
16 puentes destruidos, una vialidad colapsada y varias comunidades aisladas.
Y aún hay que contar lo ocurrido en Trujillo, Barinas, Portuguesa, Apure y Táchira (otros estados venezolanos).
Las zonas más afectadas son parte del corazón agrícola del país: de allí salen más del 70% de las hortalizas que se consumen en Venezuela.
No ha sido el único desastre natural en Mérida, desafortunadamente otros han cobrado la vida de personas y la gracia de las comunidades.
Cuando la naturaleza se arrecha muestra las fallas estructurales: el olvido territorial, la fragilidad de la infraestructura, la tesudes de construir en zonas riegosas, su degradación, la poca preparación ante eventos climáticos, que ya no son la excepción.
Las consecuencias por el desbordamiento de los ríos no es un mero evento, tampoco una estadística desafortunada más, sino una ventana a pensar lo habitable.
Desde la arquitectura y el diseño industrial —y cómo no, desde cualquier profesión y oficio que se dedique a proyectar— la pregunta no es solo cómo reconstruir, sino cómo crear formas de vida más dignas y sostenibles en territorios tan vulnerables como las zonas rurales de Mérida.
Tenemos el deber de imaginar futuros en equilibrio, habitables, respetuosos.
Diseñar es anticipar. Es mirar el presente preguntándose cómo vivimos, y cómo podríamos —y deberíamos— mejorar las condiciones de habitabilidad y convivencia, con las personas y, sin duda, con la naturaleza.
Es entonces el momento de generar y de desengavetar - y revaluar- las propuestas para edificaciones dignas, los planes de relocalización sostenible, los sistemas de drenaje, las acciones de recuperación ambiental; por mencionar algunas.
Diseñar en poblados cerca de territorios prístinos, con un arraigo cultural fuerte y con niveles altos de riesgos implica hacerlo desde la ética del cuidado. Una perspectiva que se enfoca en sostener los vínculos y tomar decisiones respondiendo a las necesidades de toda forma de vida, en su singularidad y contexto, partiendo de la idea de que todos somos vulnerables.
La emergencia en Mérida requiere una respuesta técnica, sí; pero también una respuesta sensible, situada e insistimos, ética.
No basta con reconstruir lo perdido, lo prudente es integrar el conocimiento local, el enfoque sostenible, lo vernáculo.
La tradición andina —con su sabiduría material, sus sistemas de terrazas, su tapia pisada, sus refugios de montaña, su conexión con los animales, los ciclos de cosecha y hasta con su humor inocente— es clave en la correcta interpretación de la zona. De lo contrario, si instalan una petrocasa -una casa hecha de PVC- en pleno páramo será completamente incongruente, desentonada.
Diseñar en contextos como el nuestro es un acto político, verdaderamente político.
El llamado es claro: que el diseño no sea un privilegio de pocos ni un ejercicio abstracto. Cada frase en un plan, cada línea en un plano, ha de ser el renacimiento de una comunidad conectada con el territorio y sus características, con lo ancestral y su sabiduría.
Porque diseñar bien no es solo mejorar: es anticipar, proteger y cuidar.
Sí, hay que actuar para aliviar el desastre, como se ha hecho; y enseguida hay que proyectar para habitar en equilibrio con lo sagrado, con lo que nos sostiene: la naturaleza.
La tragedia nos duele, pero también nos convoca. Porque si algo tenemos los merideños es fuerza de montaña y memoria colectiva. Hoy, entre el lodo y la solidaridad, se hace imperioso reconstruir antes de lo imaginado.
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Estas son una líneas llenas de esperanza para que se constituya un grupo de diseño para Mérida, del que queremos ser parte incluso estando a la distancia.
¡Ajá, pues! A ponerse las botas.
En Dosis la ética y el bienestar son nuestros pilares.
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