Let’s Get Ethical
Un ensayo sobre lo que creo, leo y consigo para conectar los puntos entre ética y diseño.
Hola, somos Pat & Vif, par de mujeres enamoradas del diseño y la arquitectura. Encontramos en nuestras profesiones una forma de (re)pensar, cuidar y favorecer la vida. Convencidas de eso entregamos Dosis de Diseño.
Desde hace rato estoy deseando un doctorado, uno que pueda abordar las ciencias sociales y también las empíricas.
¡Ayyy, esto de ser generalista!
Así que, por lo pronto, nada mejor que seguir en el ejercicio de mi profesión, haciendo reflexiones que comparto en dosis. No se diga más y…

En el diseño hay métodos, pero no existe una calculadora de decisiones de diseño. Mucho menos una calculadora con un código de ética. Ni siquiera con la inteligencia artificial, en pleno 2025, tenemos esa herramienta de bolsillo.
Y es que, la verdad, esto no es soplar y hacer botellas. Pero es factible.
La ética no es algorítmica, no es —únicamente— una serie de reglas, no hace cálculos a partir de normas. Más bien es un don, un arte; una habilidad que se cultiva.
La ética, en palabras antiguas y vigentes, es el arte de vivir bien. Y eso solo se logra siendo personas espiritualmente sanas, en relaciones armónicas: con otras personas, con los seres vivos y, lógicamente, con el entorno que habitamos.
Por su parte, el ejercicio del diseño, especialmente el industrial o de productos, tiene mucho que ver con las relaciones: diseñamos cosas que entran en la vida de otros, que median nuestros vínculos y afectan nuestras maneras de habitar el mundo. Para bien o para mal, pero lo correcto es que sea para bien.
Me puse a buscar una perspectiva ética afín a diseñar con responsabilidad.
Me topé entonces con la ética del cuidado, propuesta por la psicóloga y feminista Carol Gilligan. Ella observó que muchas personas —mujeres normalmente— tomaban decisiones morales no desde la lógica del deber, sino desde la atención al otro, la empatía y la responsabilidad afectiva. Así nació ethics of care, una perspectiva feminista que entiende lo ético como aquello que sostiene los vínculos, cuida la vida común y toma decisiones respondiendo a las necesidades reales de las personas, en su singularidad y su contexto, partiendo de la idea de que todos somos vulnerables.
A esta perspectiva quiero sumarle algo más: el cuidado hacia toda forma de vida, no solo la humana.
Diseñar tiene consecuencias. Y ahí, la ética del cuidado nos ofrece un marco más cercano al que debería ser nuestro ejercicio como diseñadorxs, como creadorxs: no se trata solo de cumplir con normativas o estándares, o responder a briefings (que bastante útiles que son) sino de cultivar una práctica atenta, responsable y situada.
Porque diseñar también implica decidir qué vidas consideramos valiosas, y cuáles dejamos fuera del marco de atención.
Debemos preguntarnos a quién afecta lo que hacemos, quién queda fuera, qué relaciones promovemos o debilitamos, qué futuro estamos ayudando a construir.
O sea, hay que echarle pierna al asunto.
Así, el diseño industrial deja de hacer objetos porque sí, para convertirse en un acto verdaderamente humano. Un ejercicio de sensibilidad, compromiso y conciencia.
Quien diseña cuidando tiene un don. El don de ser gente.
Y eso, “ser gente”, también es una habilidad. Una que, según el filósofo Tom Morris, requiere nutrir la sabiduría y la virtud: el suelo fértil donde florece la ética en la acción y en la cultura.
¿Cómo cultivar ese suelo?
• Acercándonos a la sapiencia: a esas ideas atemporales.
• Prestando atención a los pequeños detalles, porque en ellos están los gestos de cuidado.
• Cultivando una imaginación con perspectiva, con la que seamos capaces de pensar más allá del yo y del ahora.
Finalmente, todo se conecta: diseñar bien, vivir con sentido, cuidar lo que importa. Porque son ideas potentes que, desde siempre, hemos estado buscando.
En Dosis la ética y el bienestar son nuestros pilares.
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