Los objetos que migran
El valor de tus pertenencias cobra más sentido cuando vas tras el anhelo de una mejor vida. Este artículo es un paseo sobre materialidad y vínculo emocional de la mano de una diseñadora industrial
Hola, somos Pat & Vif y nos gusta compartir cómo el diseño y la arquitectura impactan positivamente, lo hacemos a través de nuestro estudio y esta newsletter.
La migración forzada y/o anhelada ha signado la vida de muchos países desde que la humanidad existe. Durante la última década un cuarto de la población de Venezuela, o sea, 8 millones de personas (y creciendo), nos hemos atomizado por todo el mundo. En pocos días una de nosotras dos vuelve a migrar; ya lo hemos hecho anteriormente, buscando un lugar en donde poder (re)hacer casita y ejercer nuestras profesiones y libertades sin tanta fricción y miedo.
De esos andares y de ver al mundo como diseñadora, esta dosis.
Sobre migración
Migrar es irte con tus cosas (y si tienes suerte, con tus seres) a morar en otro lado, a hacer -otra- casa en un espacio vacío de recuerdos, pero nuevo en experiencias, lejano del habitual.
Migrar significa desmantelar la habitación o, en muchos casos, la casa donde residió el hogar.
Migrar, además de lo señalado, significa acompañarte con determinados objetos. Significa bajar la cantidad de pertenencias, aligerar la materialidad que envuelve la vida. Ser más versátiles, más desprendidos también.
Me pregunto ¿Cuántos closets quedaron vacíos? ¿Cuántas gavetas ya no guardan recuerdos? ¿Cuántos autos están varados? ¿Cuántos equipos apagados? ¿Cuántas medias sin su par, sin su verdadero par?
Sobre los objetos y su valor
En el artículo El Diseño, el Objeto y la Comunicación, Carmen Pérez Cardona puntualiza en la relación cercana que tenemos los seres humanos con las cosas que creamos o adquirimos.
El ser humano cosifica su mundo, dando soluciones a necesidades de diferentes tipos, esta objetualización lleva a respuestas tangibles e intangibles, donde los objetos se originan en los procesos de transformación dados sobre la naturaleza física del mundo, donde el universo natural es referente por su variedad de formas, materiales y modelos.
La objetualidad no se centra únicamente en el aspecto denotativo del objeto: la función; sino que también contempla el aspecto connotativo: el de la expectativa, el concepto, la ideología. Así se genera el vínculo emocional.
Cuando el objeto trasciende la dimensión material y la funcionalidad práctica, se carga de significado y logra ser un colector de vivencias que pone en manifiesto su alma, y es entonces cuando nos encariñamos con nuestras cosas.
Valentín Muro, un curioso de estos tiempos, le dio por explicar "cómo funciona encariñarse con cosas", comenta que:
Bastante difícil nos es negar que gran parte de nuestras vidas gira alrededor de aquellas cosas que recordamos, de las que hoy nos rodeamos y usamos, y de aquellas que deseamos. Tan central es lo material en nuestras vidas que es quizá la primera vez en la historia en que somos tan conscientes de lo que implica tener tantas cosas, usar tantas cosas, tirar tantas cosas.
Su texto me tocó el alma, la de migrante, repatriada, posible migrante -otra vez- y, cómo no, la de diseñadora de productos. Eso me hizo reflexionar sobre los objetos que me parecían imprescindibles al mudarme de país.
Los objetos que migran contigo
Cuando ya tienes un mundo objetual con el que te has encariñado, pues hay que escoger muy, muy bien las pertenencias que harán ese tiempo más fácil, más cómodo y llevadero.
Cuando lo hice, por segunda vez, la elección me tomó alrededor de un mes, de tanto escoger dejé un baúl lleno de "casa por rehacer", porque en paralelo desmantelaba mi apartamento, mi "nido".
Fue parte del proceso de desarraigo, me iba de un lugar que empezó con un colchón inflable y tuvo su clímax con una bola disco; un espacio con rincones llenos de alegrías y decepciones, de amores, aventuras e ideas. Un espacio plenamente mío.
Para migrar tomé lo elemental, los de mejor calidad y mejor estado, los de valor y los que me dan vida.
Identifiqué tres tipos de objetos: los utilitarios, los productivos y los emocionales.
Puro cariño y razón.
Veamos conceptos y ejemplos -con las cosas que un día empaqué-.
Utilitarios: los que cumplen una función cotidiana en específico. La prensa francesa para hacer café, el paseador de mi perro, un juego de sábanas, el abrigo de invierno, los títulos y documentos.
Productivos: los que se utilizan para hacer una labor en particular, por profesión u oficio. Las herramientas de dibujo, la computadora, el set para hacer pan, el libro de Management del Diseño.
Emocionales: aquellos que tienen un lazo afectivo. Esos cuatros CDs, la camisa que hizo mamá, el dije que me dio, las notas de amor, mis ilustraciones, las ideas en papel.
La selección será en función de las actividades que no sacrificarías, aun cuando se habla de una nueva vida. Es fundamental visualizarse en la cotidianidad, y salir un poquito más blindado con los objetos que harán más leve el hecho de migrar.
Normalmente, la decisión de irse del país no se toma de un día para otro, a excepción de casos de persecución y seguridad, comunes en países con crisis humanitarias, conflictos armados o dictaduras, que conlleva movimientos migratorios muy variopintos.
A ver, no todas las personas tienen la oportunidad de migrar de la mejor manera, algunos migran a los co~azos, sin mirar para atrás y dejando casi todo. Y en esos casos no tengo otra cosa que empatizar.
En medio de vivir en uno de esos escenarios, he tenido la fortuna de armar mi equipaje tranquilamente. Y sinceramente lo agradezco, porque soy de aquellas personas que se encariñan con los buenos objetos. Bueno, no puede ser de otra forma cuando el mundo lo veo como diseñadora industrial.
Este post fue publicado originalmente en abril del 2019 en lascooltas.com
Estudio Dosis, en pro del bienestar y la ética.
En DOSIS diseñamos espacios saludables que promueven el bienestar físico y mental, y creamos productos respetuosos que aportan valor. Si esto resuena contigo, podemos ser tu team de diseño.